Momentos absurdos.
Ya saben a lo que me refiero, esas situaciones en que uno puede pensar dos cosas.
1.- ¿Dónde está la cámara oculta?
2.- Esto no puede estar pasando.
Sant Gervasi, Barcelona.
En la acera, delante de una zapatería, esos comercios donde venden zapatos, que acostumbran a tener unos expositores que no dejan lugar a dudas y con unos cartelazos en el exterior que muchas cutre-tiendas de informática querrían.
La chica de la zapatería, que estaba bastante potente, está limpiando los cristales. Se acerca un Señor, aparentemente normal. Establece la obligada conexión visual con la dependienta que está en la calle.
"Señor": ¿Venden zapatos?
Servidor pasa a un metro del individuo y empieza a descojonarse sin control.
Mirada extrañada del señor, mirada "Para de reirte cabrón que me hundes" por parte de la señorita.
La zapatera, mira al suelo, recupera la compostura, saca fuerzas de flaqueza, evita insultarnos tanto a mi como al Señor y dice con una sonrisa amable en los labios.
-Sí.
He mirado alrededor, no parecía que hubiese ninguna cámara.
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